Me despierta el interés lo que el asunto de la Cumbre RPDC-EE.UU. se presenta como un tema en Estados Unidos.

Las Cumbres pasadas fueron motivos históricos en los cuales los líderes de ambos países demostraron sus voluntades políticas para poner fin a las relaciones hostiles entre sí e implementar la paz y estabilidad en la Península Coreana.

Pero, por falta de los movimientos reales para ejecutar los problemas acordados en las pasadas Cumbres, no son halagüeñas las perspectivas de la siguiente Cumbre.

Para crear la confianza entre ambas naciones y ejecutar la declaración conjunta Corea-EE.UU., hemos hechos todos a nuestro alcance, devolviendo los estadounidenses detenidos en nuestro país por sus actos hostiles al país socialista y los restos mortales de las tropas estadounidenses y otros.

Sin embargo, la parte norteamericana no hizo nada para la implementación del documento histórico y, al contrario, empeoró las relaciones Corea-EE.UU. reanudando los ejercicios militares conjuntos cuyo suspenso fue prometido por el presidente norteamericano y recrudeciendo aun más la sanción y presión anticoreanas.

Dado que los políticos de Washington se obstinan todavía en la "renuncia nuclear, primero", según la cual debemos abandonar primero las armas nucleares para el futuro radiante, y están equivocados de que la sanción nos induce al diálogo, tengo duda de que se abriría la brecha en las relaciones entre dos países si se sostendrá la otra Cumbre.

Pero, observando el modo de acercamiento a la RPDC del Presidente Trump llegué a saber que él tiene un sentido político y una determinación diferentes a sus predecesores y quiero depositar una esperanza en su opción clarividente y audaz.

Yo y el MINREX de la RPDC observaremos la tendencia posterior de EE.UU.